lunes, 5 de junio de 2017

Hasta siempre escalada

Un día del mes de octubre de 2016 fue el día que me despedí de la escalada. Desde entonces no he vuelto a practicar esta pasión a la que he dedicado ocho años de mi vida con toda mi energía y motivación. Llevaba ya un año sintiendo los vaivenes de esa motivación que llenaba mi vida, que expandía toda mi energía en una dirección, la de salir en busca de roca y nuevas sensaciones.






Porque son esas sensaciones lo que más engancha de la escalada. Porque vives el aquí y el ahora, la clave de la felicidad. Te equipas con todo ese material frente a una pared y empiezas a ascender concentrado en cada paso y cada movimiento. Porque tu ego aparece queriéndote imponer sus miedos pero cuanto más atento estás en cada uno de tus movimientos, manteniendo una respiración constante, más inhibes al ego que trata insistentemente de mantenerte en tu zona de confort por miedo a que fracases.







Salir al monte y respirar aire puro, conectar con la naturaleza y rodearte de gente que comparta tu afición y vibre con la misma sintonía, dejar los problemas en casa e inhibirte de la mente insistente que nos dice que para ser felices tenemos que hacer algo.

De eso trata la meditación. De calmar tus pensamientos. Tu ego constante no hace más que lastimarse por el pasado, te rememora historias que ya sumaron, ya sea para bien o para mal, pero que ahora ya no las necesitamos, o preocuparse por el futuro, ¿llegaré a fin de mes?, ¿encontraré un trabajo?, ¿qué voy a hacer esta semana?, ¿me voy el jueves a escalar?, ¿voy el viernes?, ¿quién estará disponible?.








Este último año, he sentido que me asfixiaba, mi auto exigencia conmigo misma me agotaba. Mi vida estaba basada en el esfuerzo y el sacrificio. Me había puesto un listón muy alto y bajar de él me hacía sentir que fracasaba. Mi ego, mi identidad, mi careta, la imagen que doy al mundo, la he ido conformando en base a mis creencias, mis valores, la educación que he tenido en la cultura en la que me he criado, la información que he heredado de mis padres y hasta de mis abuelos, las carencias emocionales que he tenido de niña y las emociones que me transmitía mi madre cuando estaba en su vientre durante mi gestación... todo ello está en nuestro subconsciente y es que el 95-97% de nuestros actos son inconscientes, mientras que sólo el 3-5% de lo que hacemos y de cómo actuamos día a día lo hacemos de manera consciente.







Ese día del mes de octubre me rendí. Me cansé de buscar la felicidad en la escalada. Tomé consciencia de que tanto esfuerzo y dedicación no me llevaba a ningún lado. Que podía conseguir encadenar una vía pero que después de tanta lucha, esfuerzo y sacrificio no había nada. Que las metas que conseguía no me llevaban a ningún estado diferente, al contrario, retornaba a ese vacío infinito de felicidad.


Entonces, ¿qué hay que hacer para ser feliz? Pues todo es mucho más fácil de lo que lo hacía. En mi caso yo recurría a la escalada buscando un entorno de aceptación y reconocimiento, un reconocimiento que no podía ver en mí misma y que buscaba fuera. Un reconocimiento que no tuve de pequeña porque mis padres no lo supieron hacer de otra manera, y así crecí buscando su amor y su atención. La búsqueda inconsciente del reconocimiento de un padre del que me separé con doce años y que con veintidos empecé a conocer.








Aquí empezó mi viaje hacia el interior, dejar de hacer, dejar de tener, para encontrar mi verdadero ser. ¿Para qué haces lo que haces? Pregúntate siempre ¿PARA QUÉ? y NO ¿por qué?, porque el "por qué" te va ha llevar a excusas y justificaciones, mientras que el "para qué" te va a llevar a las emociones más profundas, aquellas que no queremos sacar, porque duelen, porque rememoran, pero les aseguro que una vez sacas todas esas emociones reprimidas en la infancia y perdonas, dejas de buscar, comprendes y perdonas, mueres para volver a vivir.








Cuando dejé de escalar, busqué en el yoga y la meditación el bienestar, la felicidad del aquí y el ahora. Pero de nuevo fue una búsqueda en lo exterior cuando la verdadera felicidad está en lo más profundo de mi ser.
Mi ego espiritual me engañó haciendo creer que si hacía yoga o meditación o era vegetariana o vegana o yendo a la India o a no se donde dicen ahora que hay que ir, iba a ser más espiritual. Pero qué completo error. No hay que hacer nada, nuestro ego nos lleva al hacer y al tener para identificarnos cuando la verdad está simplemente en ser.


Gracias a la Bioneuroemoción tomé conciencia de que vivía con los ojos cerrados, buscando fuera la felicidad que ya tenía dentro pero que no podía ver, porque inconscientemente actuaba bajo unos programas que llevamos dentro y una identidad que conformamos con el tiempo.


Me despido con una frase de Un Curso De Milagros que dice así, "(...) el renacimiento en sí no es más que el despuntar en la mente de lo que ya se encuentra en ella" Cap.6-I, pag. 102
























2 comentarios:

  1. Bueno, parece que lejos de la escalada has conseguido un "logro" bastante mayor y más importante que los que, a menudo, nos marcamos en la roca. Enhorabuena por ello. Qué necesario es identificar ese "para qué?" hacemos lo que hacemos. Y que dificil también. Resulta sorprendente que hayas puesto tanto empeño y dedicación en escalar buscando en la escalada ese reconocimiento o aceptación. Traduce una personalidad fuerte, perseverante y en el fondo también un amor por este deporte.
    Te deseo que sigas en ese buen camino del "ser" más que en el "hacer" y también que algún día te acerques de nuevo a una pared con esta mentalidad totalmente diferente, lo cual es dificil porque detrás de todos esos años había un enfoque dificil de cambiar. De cualquier forma suerte!

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    1. Gracias Pablo por estas lindas palabras. Te escribo ahora, después de haberme enfrentado a la roca de nuevo, ahora con otra mentalidad. Ha sido precioso disfrutar de la naturaleza y de la escalada a vista, hasta que han empezado a doler los pies, jeje. Pero siento que ya no es lo mismo. Antes lo hacía con un propósito y había una motivación que superaba cualquier dolor físico que pudiera sentir en mi cuerpo. Ahora que no hay ese interés disfruto de la escalada a vista, de la incertidumbre, pero veo que es un esfuerzo físico que entraña dolor y al final no deja de ser una lucha contra el ego por salir de tu zona de confort. Tu ego te mantiene en tu zona de confort por miedo a que "fracases" en tus propósitos, mientras que tú te empeñas en que sí se puede.
      Esa es la lucha que deberíamos hacer frente en el día a día. Observar al ego que juzga y se compara porque se siente diferente, que tiene miedo al fracaso, a la incertidumbre.... ese el trabajo que nos lleva toda la vida para ser mejores personas. Ahora procuro vivir en la incertidumbre con mi trabajo, con mis relaciones, con mi vida...siempre sin expectativas.
      Un abrazo!

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